La corrección lingüística es la premisa de la claridad moral y de la honestidad. Muchas fullerías y graves prevaricaciones nacen cuando se hacen chapuzas con la gramática y la sintaxis y se pone el sujeto en acusativo o el complemento directo en nominativo, enredándolo todo y confundiendo los papeles de las víctimas y los culpables, alterando el orden de las cosas y atribuyendo eventos a causas o a promotores distintos de los reales, aboliendo distinciones y jerarquías en una engañosa montonera de conceptos y sentimientos, deformando la verdad.
Por eso también incluso una sola coma en un sitio equivocado puede acarrear desastres, provocar incendios que destruyan los bosques de la Tierra. Pero la historia del profesor Karolin parece decir que respetando la lengua, es decir la verdad, se fortalece también la vida, se siente una mayor seguridad en las piernas y somos más capaces de salir a estirarlas disfrutando del mundo, con esa vitalidad sensual tanto más suelta cuanto más libre de los enredos de los engaños y los autoengaños. Quién sabe cuántas cosas, cuántos amables placeres y goces se deben, sin saberlo, al lapicero rojo de los maestros de escuela.
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