El juego consistía en esto, decía Maria do Carmo, nos colocábamos en círculo, cuatro o cinco niños, se contaba y a quien le tocaba se ponía en el centro, apuntaba a uno del corro y le lanzaba una palabra, una cualquiera, por ejemplo mariposa, y el otro debía pronunciarla en seguida al revés, pero casi sin pensar, porque el del centro contaba uno dos tres cuatro cinco, y al cinco ya había ganado, pero si conseguías decir a tiempo asopiram, entonces el rey del juego eras tú, pasabas al centro del corro y lanzabas tu palabra a otro.
Mientras subíamos hacia la ciudad, Mario do Carmo me contaba su infancia bonaerense de hija de exiliados, me imaginaba un patio de barrio lleno de niños, fiestas melancólicas y pobres, estaba lleno de italianos, decía, mi padre tenía un viejo gramófono de bocina, se había traído de Portugal algún disco de fados, era el treinta y nueve, la radio decía que los franquistas habían ocupado Madrid, él lloraba y ponía sus discos, los últimos meses lo recuerdo así, en pijama sobre u n sillón llorando en silencio y escuchando los fados de H i l a r i o y de Tomás Alcaide, yo me iba corriendo al patio a jugar al juego del revés.
ANTONIO TABUCCHI. El juego del revés. Edit. Anagrama