No sabes que has cruzado una frontera hasta que estás al otro lado. En ese punto sabes dónde te encuentras y si estás hecho para eso o no. Muchas amistades tienen un componente erótico latente. Pero antes de que llegase siquiera a comprender que ella me atraía -bueno, lo sabía porque quería parecerme a ella más de lo que yo me parecía a mí misma-, la vieja magia terrible se fusionó en el aire y con una especie de sobresalto supe lo que quería hacer. Dios mío, quería probar a ponerle las manos encima, sólo una prueba. Quería tocarle la cara o el brazo con la mano porque pensé que tocarla me haría muy feliz. Sólo quería tocar su piel, pero por supuesto quería palpar el músculo que había debajo y llegar a su alma por debajo del músculo, porque la olfateaba (…) Tal menú de sensaciones después del partido vespertino de softball era en su mayor parte algo nuevo para mí. Pero en esa mesa olfateaba el alma de Jenny y la deseaba. Que ella fuese una mujer, etcétera, me daba miedo. Pero también era estimulante. Es lo que una necesita saber.
Charles Baxter. EL FESTÍN DEL AMOR. Edit. RBA
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