ALFABETICAMENTE HABLANDO...

abandono ahogado album aldea alojamiento amor anecdota animales antigüedad arte aseo astronomía ATXAGA AUB AUSTER BAUSCH BAXTER belleza BERGER beso BORGES BRECHT BUKOVSKI CALVINO camino campo CAPOTE casa casado cazador celos centro comercial CHEJOV cielo ciencia ciudades COETZEE colores comunicación comunión. iglesia conductor cuento cuerpo cuidar cura DELIBES deseo desgracia despertar desprecio difuntos dinero dios diseño disfraz dormir DOSTOIEVSKI duda edad emigrantes enfermedad equivocarse escritor espejo estrellas estúpido excepción fábula fecha festín fiesta filosofía flores franceses frío frontera fuego GALDOS GALEANO GARCÍA MARQUEZ GLANTZ gramática griegos GROUCHO MARX héroe hielo HIERRO historia hospital hotel humanidad idiomas imaginación imprescindible insomnio invento invierno IWASAKI jefes juego KAFKA KALFUS KARINTHY KRAUS LABARI laberinto ladrón leer lenguas lento libros LLAMAZARES llaves lluvia maestros MAGRIS mandar MANKELL manos MARGARIT matemáticas memoria mentira MILLÁS mirar MONZO muerte mujer MUÑOZ MOLINA MURAKAMI museo naciones naturaleza NIETZSCHE niños noticias O`CONNOR obedecer ojos olvidar oso OZ PAASILINNA paisajes patio patria pensamiento pérdida PEREZ ESTRADA pies pobreza precio prisa progreso PRON pueblo recordar reglas religión resucitar RIECHMAN riqueza RIVAS rosas rurales rusos sabiduría SANCHEZ FERLOSIO sangre SANTANA SAROYAN SHEPARD sinceridad sirena soledad sombras sueño SWIFT TABUCCHI tortura trabajo tristeza universo urbanismo vanidad VARGAS LLOSA veintitantos ventana ver verdad viajar vivir WILCOCK WILDE zapatos ZWEIG

20110129

R... DE RESUCITAR


EL RESUCITADOR. Señalándome a un hombre de gran dignidad, me dijeron: Ése es el resucitador; y como yo preguntara detalles, me explicaron que sólo podía resucitar a aquellos cuya muerte representara para la patria y la cosa pública una pérdida irreparable.
Todos confiaban en este hombre, y al punto creían en su capacidad prodigiosa para devolver a los muertos de su eterno reposo. Mas cuando inquirí sobre el número de sus milagros, ésta fue la respuesta: Nunca ha resucitado a nadie, porque nadie nos ha parecido imprescindible. Sin embargo, el hombre actuaba como si hubiera devuelto de las sombras a toda una nación.
Rafael Pérez Estrada. EL LADRÓN DE ATARDECERES. Edit. Plaza & Janés.

2 comentarios:

  1. Me encantó este fragmento, Juan, ¡hay que ver cuánto contenido tiene y qué bien narrado!. Un abrazo.

    ResponderEliminar