Cuando llegaron al borde del bosque, le puso de nuevo la mano en la espalda y la apretó contra sí sin decir una palabra y la besó fuertemente. El beso, más presión que sentimiento, produjo en la muchacha esa carga extra de adrenalina que permite a una persona sacar un pesado baúl de una casa en llamas, pero en ella, toda esa fuerza subió a la cabeza. Aun antes de que él la soltara, su mente, clara, indiferente e irónica, ya lo observaba desde una gran distancia con curiosidad, pero también con lástima. Nunca la habían besado antes y le alegró descubrir que no se trataba de una experiencia excepcional y que todo estaba sujeto al control de la mente. Alguna gente podría saborear el agua si le decían que era vodka. Cuando el muchacho, a la expectativa pero inseguro, la separó suavemente de él, ella dio media vuelta y siguió caminando, sin decir nada, como si ese asunto para ella, fuese cosa de todos los días.
La buena gente del campo. Flanery O`CONNOR. Edit. Nordica.
Me encantan los fragmentos que eliges, porque tienen entidad propia como si fuesen "relatos cortos" dentro de una obra en prosa de mayor extensión.
ResponderEliminarEn concreto éste, ciertamente el gesto del beso ha de ser ante todo sentimiento; o se quedará en eso, en "algo de todos los días", indistintamente de si es la primera experiencia (como el personaje del texto, carente de un sentimiento de pasión) como si se trata de una pareja "erosionada". Claro que... también hay besos de diferentes tipos, y no voy a hacer ahora un tratado sobre el asunto, jajaja.
Un abrazo