Obligado por su enfermedad a permanecer en la cama, Lorbio se hizo poner en su habitación de hospital dos grandes espejos paralelos; uno cubre la pared izquierda, el otro la derecha. De esta manera el enfermo se ve reflejado de pies a cabeza, de un lado y de otro, y puede imaginarse que está en una habitación o pasillo de tres, de muchas camas, en compañía de una gran cantidad de enfermos que, por otra parte, se le parecen mucho. Lorbio, a sus vecinos de cama, los llama Derechino e Izquierdino: Derechino parece ligeramente más joven que él; Izquierdino es el más viejo de los tres; en cuanto al resto, los tres siempre hacen las mismas cosas, o casi, a la misma hora y con los mismos movimientos. En este sentido, puede decirse que ninguno vio nunca a tres compañeros de habitación estar tan perfectamente de acuerdo (…)
Cuando Lorbio se levanta para mostrar a Izquierdino la nueva novela de Tarzán que le trajo su prima, y se la ofrece para compararla con la que poco antes su amigo recibió de regalo de su sobrina, Derechino se levanta discretamente y dirigiendo la espalda a los dos muestra él también su novela de Tarzán al otro vecino de cama. Y él hace esto porque en la vasta sala, hasta donde la mirada se pierde, todos los enfermos se levantaron al mismo tiempo para comparar sus novelas de Tarzán. Pero Lorbio no presta atención a los enfermos lejanos, sobre todo porque no ve bien y además porque no sabe ni quiénes son ni cómo se llaman.
J. RODOLFO WILCOCK. El estereoscopio de los solitarios. Edit. EDHASA
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