La enfermedad, en cuanto fuerza indefinida, es una amenaza
potencial contra nuestra existencia, y todos somos altamente conscientes de que
esa existencia es única. En otras palabras, la enfermedad participa de nuestra
propia singularidad. Al temer su amenaza, la abrazamos y la hacemos
especialmente nuestra. Por eso se siente tan aliviados los pacientes cuando el
médico da un nombre a aquello que les aqueja. Puede que el nombre no signifique
nada para ellos; pueden que no entiendan nada de lo que significa, pero puesto
que tiene un nombre, habrá de tener también una existencia separada de ellos. Ahora
pueden luchar contra ello, o quejarse de ello. Cuando la dolencia es reconocida,
es decir, definida, limitada y despersonalizada, uno se hace más fuerte.
John Berger. UN HOMBRE AFORTUNADO. Alfaguara
John Berger. UN HOMBRE AFORTUNADO. Alfaguara
No hay comentarios:
Publicar un comentario