Como Blas oía hablar de las tantas catástrofes que ocurrían, lo dejó todo y se sentó ante la calle como ante un río imprevisible, esperando el suceso que luego habría de contar a los demás.
Pero no ocurría nada, y entonces se fue casa por casa diciendo que no había otra cosa que el acontecimiento cero.
Y, mientras iba dando la grave noticia, en la calle sucedían crímenes, desastres, accidentes y suplicios de todo tipo.
Sin embargo, en cuanto Blas salía de nuevo, la calle se aquietaba de manera que parecían falsas las noticias que atravesaban la ciudad en todas direcciones.
Lavapiés (El testigo) ERNESTO SANTANA. Edit. Opera Prima
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